El agua municipal abastecida por los sistemas públicos para suministrar a la población lleva un proceso de recolección, transporte, tratamiento, almacén y distribución del líquido.
La primera etapa en este proceso es la recolección o captación del agua, la cual puede provenir de fuentes superficiales, como ríos y lagos, o de fuentes subterráneas. Hay que considerar que el agua en su estado natural puede contener una variedad de contaminantes potenciales, que van desde contaminantes microbiológicos hasta químicos y sedimentos. Los ríos y lagos pueden estar expuestos a la contaminación por actividades humanas, como la agricultura y la industria, lo que hace que el agua sea susceptible a la presencia de contaminantes químicos y orgánicos.
Las fuentes subterráneas, aunque a menudo más limpias, no están exentas de riesgos, ya que pueden contener minerales en exceso o tener niveles de pH inadecuados para su uso en actividades de uso cotidiano por parte de la población.
Es por esto que el agua municipal debe pasar por una planta potabilizadora que sea capaz de proporcionar agua segura para su uso general. Esto se logra a través de procesos de coagulación, floculación, sedimentación, filtración y desinfección.